No recuerdo haber escrito nunca una carta a Olentzero. Tampoco recuerdo haber celebrado el Olentzero el 23 de diciembre. Y tampoco recuerdo que Olentzero llegara acompañado, ni carreando un saco. Recuerdo que nos juntábamos en la escuela después de varios días ensayando varias canciones, llevábamos a hombros la figura de Olentzero que nosotros mismos habíamos creado y nos juntábamos con los chavales de los otros colegios e ikastolas para cantar. Olentzero llevaba una pipa y a su alrededor colocábamos vino, txistorrra y demás viandas. Íbamos de barrio en barrio cantando y juntando algunas pelillas. Supongo que los tiempos han cambiando y toca adaptarse a nuevos hábitos y costumbres. O que debe ser políticamente incorrecto que una fiesta gire en torno a un carbonero bonachón que le da al pimple y al tabaco. El caso es que hay nuevas pautas difíciles de digerir, como celebrar el Olentzero el 23 de diciembre, que es como celebrar Santo Tomás el 20 de diciembre, Reyes el 7 de enero o San Sebastián el 22. Y hay Olentzeros y Olentzeros. Hace unos días el que organiza Bilbao ofreció una rueda de prensa. Desfiló el día 23 montado en una especie de caballo de Troya y con un traje (nunca mejor dicho) que incluía una especie de pajarita. ¿Se nos ha ido el asunto de las manos o me estoy haciendo mayor?
sábado, 31 de diciembre de 2016
viernes, 23 de diciembre de 2016
El diccionario de inglés
el otro día mi madre
cumplió 77 otoños. Como en casa somos muy originales, unos días antes le
hicimos la clásica pregunta: “¿Qué quieres que te regalemos para tu cumple?”
Para nuestra sorpresa, nos contestó: “Un diccionario de inglés”. La
petición tenía su porqué. A diario lee en el periódico, escucha en la
radio y ve en la televisión anglicismos y términos en la lengua de
Shakespeare que no entiende. Domina perfectamente tres idiomas, entre
los que no se incluye el inglés. Y como el saber no ocupa lugar, qué
mejor que echar mano de un diccionario. No sé si se ha puesto a la
tarea, pero ya que es lectora habitual de este diario, ahí van una
ración de palabras, expresiones y títulos en inglés que hemos publicado
estos últimos días en estas mismas páginas. Naming rights, main round, trending topic, hashtag, first dates, home cinema, celebrity, master, look, mobbing, running, average, american first, stock, black friday, Star Wars, Premier League, snowboard, culinary center, Christmas day, play off, that’s English, Wall Street Journal, Smoke on the water, child in time, Deep Purple, highway star, wallpaper, daily, jump, training y cycling. Ya para otro día dejamos lo de brainstorming, partner, topping, muffins, coaching y mapping.
viernes, 16 de diciembre de 2016
Receta rancia
los finos analistas del
FMI aterrizaron el martes en Madrid y ofrecieron una de esas rancias
recetas económicas que acostumbran. A saber. Pidieron al Gobierno de
Rajoy que suba el IVA, que revise el gasto en educación y sanidad y que
se moderen los salarios. Bingo. Empecemos por el final. Los sueldos
difícilmente se pueden moderar porque mayormente están congelados o a la
baja. Benditos sean aquellos que han visto cómo en los últimos ocho
años ha crecido su poder adquisitivo porque ingresan más pasta en la
nómina. El FMI, especialista en prostituir el lenguaje, no habla de
incrementar el IVA sino de “reducir progresivamente las exenciones y la
subida gradual de los tipos reducidos” de este impuesto. En román
paladino, quiere que se eleve del 10% al 21% el IVA que se paga en bares
y restaurantes. Los discursos del FMI son como los de la jerarquía
eclesiástica: hay que leerlos tres veces para entenderlos. Sigamos con
el nada inocente lenguaje que utiliza el FMI, que cuando se refiere a
educación y sanidad no habla de inversión sino de gasto. Por supuesto,
en su análisis no dedica ni una línea a reducir el gasto militar (por
ejemplo) o a subir los impuestos a las rentas más altas o a gravar más
la riqueza. Ni Pamplona, oiga.
domingo, 11 de diciembre de 2016
RAÚL GÓMEZ: "Correr un maratón es la mejor manera de conocer un lugar"
Raúl Gómez acaba de estrenar en #0 la segunda temporada de ‘Maraton
Man’, nueve capítulos sobre su experiencia en cuatro maratones y cinco
medias maratones. El dicharachero presentador mostrará hoy, en la tercera entrega del
programa, cómo vivió el maratón de Hokaido en Sapporo (Japón) tras su
estreno con la Media Maratón de México DF y la emisión la semana pasada
de la Carrera del Barroco en Sicilia. Tras narrar su paso por la prueba
nipona llegarán el Maratón del Médoc (Francia), el Maratón Ultra Pirineu
(Catalunya), la Media Maratón de Bangalore (India), la Media Maratón de
Amman (Jordania), la Behobia-San Sebastián (en el penúltimo episodio) y
la maratón de La Habana (Cuba). Nueve carreras que ha completado en
Europa, Asia y América con su habitual tono desenfadado, al que esta vez
incorpora historias de superación personal.
Tiene usted un programa que es un chollo. Le pagan por practicar el deporte que le gusta.
-Me siento tremendamente afortunado por hacer Maraton Man. Es un regalo, un caramelo. Maraton Man
es una prolongación de lo que soy y de lo que he hecho en los últimos
años, que es correr. Se ha mezclado lo mejor que sé hacer en esta vida.
Soy muy feliz.
¿Lleva mucho tiempo corriendo?
-Mi primera maratón fue en Madrid en 2011, pero llevo diez años
corriendo. Antes de esa maratón había hecho carreras de diez kilómetros,
muchas medias maratones... Hice la progresión que hace alguien al que
le gusta correr y no tiene prisa. Empecé a correr poco a poco y ya llevo
once maratones, un ironman, infinidad de carreras y lo que queda.
¿Planifica las carreras y entrenamientos?
-Esta segunda temporada ha sido un reto físico importante porque
han sido cuatro meses de grabación con cuatro maratones y cinco medias
maratones en nueve países. Había que planificarlo muy bien para evitar
lesiones. Por suerte mis piernas andan felizmente después de estos
cuatro meses.
¿Cuántos días entrena?
-Soy anárquico pero tengo un amigo que intenta llevarme por el
buen camino y planificarme los entrenamientos. Intento llevar un orden y
suelo hacer una tirada larga de 20 kilómetros el domingo, otro día hago
natación, otro gimnasio, otro día series y otro día corro 50 minutos.
Con cinco días a la semana puedes hacer casi lo que te propongas.
Ha incorporado más historias humanas, de superación personal.
-Es lo que más me ha llenado. Hemos conocido a gente
extraordinaria, con historias de superación para quitarse el sombrero.
Gente con ganas de vivir, siempre con la mejor de las sonrisas. El
programa no se puede quedar en que yo vaya a un país y corra porque no
aguantaría nueve episodios. En la primera temporada ya conocimos a gente
maravillosa y hemos querido seguir ese camino. Es un programa de running pero lleno de vida. Hay historias que te emocionan y te dan ganas de quejarte menos. Hemos encontrado gente a la que el running les ha cambiado la vida para bien y les hace felices. Tienen un optimismo brutal.
El programa tiene un tono desenfadado, lo que no quita para que detrás haya una prolongada labor de producción.
-Yo disfruto mucho haciendo el programa. Hay una preparación
previa desde Madrid pero luego llegamos el director, el cámara y yo, y
nos lo pasamos muy bien. Yo por regla general soy muy disfrutón. Jugamos
a la improvisación y a veces cazamos historias al vuelo por estar
despiertos. Es un programa que cambia constantemente. Contamos lo que
vemos, dónde dormimos, qué comemos y qué nos hace reír y llorar. Pura
realidad.
Hay poco postureo entonces. En el ‘running’ se lleva el postureo.
-Si no cuelgas una foto después de correr, es que no has corrido.
Pero intentamos que el programa sea lo más real posible. Correr es una
moda que ha llegado para quedarse, como el gin tonic. Una vez que la
gente empieza a correr y lo saborea, el postureo pasa a un segundo
plano. La gente corre para disfrutar, para lograr un objetivo, para
compartirlo con los amigos, para vacilar con los amigos...
Antes de estrenar el programa ya viajaba para participar en carreras.
-Había corrido los maratones de Londres, Nueva York, Valencia,
Sevilla, Vitoria, Barcelona, Madrid… Siempre me ha gustado organizar
minivacaciones con amigos que también corren o con mi pareja, y correr.
Correr un maratón es la mejor manera de visitar un lugar porque te
cortan las calles para ti, no hay tráfico, te dan agua cada cinco
kilómetros y, si acabas, recibes una medalla. Te sientes como dios.
Encima te aplauden, que viene bien para el ego.
¿Cómo fue su debut en la Behobia?
-Fue increíble. Tuvimos un enorme cariño de gente que se había
emocionado viendo la primera temporada. Eso te da gasolina para hacer
diez temporadas más. La Behobia es como la San Silvestre de Madrid: todo
corredor tiene que correrla una vez en la vida por el ambientazo que
hay. A cada metro hay gente que te aplaude como si fuese tu familia. Eso
te da unas vitaminas... Corrí todo el rato con una sonrisa tonta en la
cara. Yo nunca había vivido nada igual y mira que he corrido en muchos
lugares del mundo. Desde coger el Topo por la mañana a llegar a la
salida, que parecía un concierto de rock por los decibelios que había.
Es una de las carreras más chulas que he corrido este año. Repetiré. Me
dio hasta pena acabarla aunque es una carrera difícil porque hay unas
subidas que te quitan el aliento. Lo mejor de todo es que después te
comes un chuletón con un buen vinito y se te quitan todos los dolores de
piernas.
Estuvo toda la semana en Gipuzkoa.
-Llegamos el martes porque para cada programa grabamos cinco
días. Aunque llovió, ha salido un programa muy bonito. Dormíamos en un
caserío de Hondarribia. Comimos todo lo que pudimos comer y más.
¿Les ha echado el ojo a más carreras en Euskadi?
Me hablaron de algunas carreras de montaña. Algún trail
seguramente caerá el año que viene pero no sé cuál. Sigo teniendo ganas
de hacer carreras. Espero que haya una tercera temporada de Maraton Man. Si no, seguiré corriendo por mi cuenta, como hacía antes del programa.
Frente a quienes van mirando el reloj para batir marcas, usted no da importancia al cronómetro.
-Uno siempre intenta mejorar, es intrínseco al ser humano. Pero
al corredor popular le gusta disfrutar. En un maratón se sufre, pero
intento disfrutar y no tener la presión del tiempo porque hace que te
obceques y dejes de disfrutar. Correr me hace muy feliz y como no voy a
batir récords del mundo, intento disfrutar de cada carrera. Hay carreras
en las que se ve que lo paso mal pero siempre intento tirar para
adelante de la mejor de las maneras, nunca llevando el cuerpo al límite y
nunca poniéndome en riesgo. Por abandonar una carrera no pasa nada. Si
no te diviertes en el deporte, no vale para nada. Eso es lo que intento
transmitir.
sábado, 10 de diciembre de 2016
JULIO VILLAR: "Ni los miserables ni los muy ricos son felices”
30 años después de publicar ‘Viaje a pie’, Julio Villar (Donostia, 1943)
acaba de reeditar, junto a Sua y el Club Vasco de Camping, esta obra
que estaba descatalogada. El montañero y navegante guipuzcoano ha añadido a aquel libro publicado en 1986 nuevos escritos bajo el título Mar de nubes. Villar es autor también de ¡Eh Petrel! Cuaderno de un navegante solitario,
que vio la luz en 1988, ya va por los 50.000 ejemplares vendidos y
tiene su propia obra de teatro que representa Astrolabium Teatroa. De
verbo pausado, Villar repasa su intensa vida y habla de su pasión:
andar.
¿Es escritor, montañero, navegante, aventurero, o todo a la vez?
-Soy una mezcla de todo y nada. No soy un montañero al uso, no
soy un navegante al uso porque soy muy terrícola, y no soy escritor. Voy
y he ido muchas veces a andar con unos cuadernos en los que tomo
apuntes y pinceladas, y a veces escribo un poema, pero no pretendo ser
escritor. No tengo sus picardías y triquiñuelas. Al no ser escritor, a
la gente le gusta bastante lo que he escrito. Tampoco soy dibujante y
mis dibujos son de aquel que no sabe dibujar.
¿Dibuja y escribe en sus caminatas?
-Normalmente dibujo después. No puedo pensar en un texto y dibujar.
Pero cuando anda, toma notas.
-Sí. Lo que he escrito en el libro es lo que he ido anotando.
Su vida ha sido muy nómada.
Sí. Cuando era pequeño ya soñaba con viajar. En el prólogo del
libro ya cuento que de niños hacíamos viajes imaginarios en casa. Mi
padre nos sentaba en el sillón y nos decía: Vamos a viajar. Nos tapábamos con una manta a cuadros y nos preguntaba: ¿A dónde vamos hoy? Mi padre siempre quería ir al Tirol. Una persona que soñaba, que tenía seis hijos y que no podía viajar, decía pues nos vamos al Tirol. Viajábamos al Tirol, al desierto de Gobi, al Amazonas, a Manao... El viaje se acababa cuando mi madre decía: Venga, a cenar.
¿Vivir a su manera le ha permitido ser dueño de su vida?
Yo he tenido suerte de haber nacido donde he nacido y en el
momento en el que he nacido. He podido elegir. He sido dueño de mi vida,
pero es muy relativo porque a veces crees que llevas el timón de tu
vida y no lo es tanto. Cuando eliges algo, dejas otra cosa. Si hubiese
nacido en Bangladesh, Rumania, Siria o el Chad, igual hubiese sido otra
cosa y no hubiese escrito libros. He tenido suerte de nacer aquí, donde
todo es opulencia.
¿Sigue escalando?
-Poco. Ando mucho. Cuando ando, soy el que siempre he querido ser.
Pero sigue llevando a montañeros a excursiones que son de todo menos convencionales. A lugares diferentes y de forma diferente.
-Elijo una región y, si me gusta, voy con mis amigos. Me gusta
vivir mi aventura, que me pasen cosas, conocer a gente, descubrir
txokos, fuentes preciosas… Luego voy con mis amigos y repetimos, o no,
lo que yo he hecho previamente. Pero primero me tengo que enamorar de la
región. Me gusta llegar a pueblos andando, sobre todo a aldeas
pequeñas. Me gusta entrar en los bares de los pueblos en los que están
cuatro viejos. Haces amistad con ellos, con los pastores. Cuando voy a
pie conozco a muchos pastores y descubro que es gente de mucha clase.
Una vez me topé con un pastor que era poeta. Intercambiamos versos, le
mandé mis libros, él me mandó un libro suyo con canciones, una
preciosidad. Como camino solo, hay veces que los pastores creen que yo
también soy un pastor. Así que alguna vez he acabado cortando rabos de
corderas. Aunque no son iguales los recorridos que hacía hace 30 años
que ahora. Las abuelas que conocí hace 30 años han muerto. Eran la
conciencia del país. Los pueblos medio deshabitados se han despoblado y
en algunos solo quedan jubilados.
¿Qué ha aprendido de las caminatas por el Prepirineo?
-Hice esa caminata que cuento en el libro sin mapas, a lo que
salía. Iba sin dinero, y tuve que hacer cositas como vendimiar para
tener dos perras. Aprendí qué es una lección de humildad y aprendí a
prescindir de cosas. Trabajamos como tontos para pagarnos cosas que no
necesitamos. Caminando encuentras gente muy estupenda y muy sencilla. Es
un espejo en el que tú también te ves.
En el camino disfrutó de pequeños placeres.
De muchos. Los pequeños placeres más tontos como hacerte una
cenita con una botella de vino que te acabas de comprar. Son placeres
que los puedes tener en tu casa, pero allí están más a flor de piel. La
sensibilidad, las emociones... Son pequeñas soledades que te nutren, que
te hacen sonreír. Son soledades que tienen su fin. Es una soledad
elegida.
¿Qué necesita para ser feliz?
-Poca cosa, pero no nada. La miseria no sirve para ser feliz. La
miseria es peor que el exceso. Ni los miserables ni los muy ricos son
felices. Un director de banco forrado de pasta no es más feliz que yo.
A las excursiones lleva lo imprescindible.
-Sí, y además no hago concesiones al lujo. El lujo ya lo tenemos.
Acabo de llevar a unos amigos andando desde Betelu a La Rioja por
Urbasa, Lokiz... Hemos andando una semana entre bosques. Más lujo que
eso no hay.
Dice en el libro que el Pirineo es el mejor lugar del mundo. ¿Lo sigue siendo ahora o ya no? El libro lo escribió hace 30 años.
-Han cambiado muchas cosas y se ha masificado alguna cumbre, pero
no todas. Tú vas a una cumbre principal y está llena pero igual las
cercanas están vacías. El mundo ha cambidado mucho también. En las
escaladas que se hacen en Pirineos no se hace mucho más de lo que se
hacía antes. El montañero, o es montañero de vía normal, o es escalador
de vías extremas. Hace 30 años las escaladas clásicas del Pirineo eran
vías como la del norte del Vignemale y no había nadie o casi nadie. La
oeste del Dru la he hecho dos veces y nunca había nadie en las paredes.
Éramos solo la pared y nosotros. Ahora puede haber diez cordadas en cada
pared.
Un accidente en el monte le llevó a probar con la navegación. ¿Le había atraído hasta entonces el mar?
Era un sueño dormido. Pensaba: qué bonito tiene que ser navegar en un barquito pequeño, pescando, parando en islas..
Tuve un accidente en la arista del Peuterey, en el Montblanc, me partí
la pierna, estuve dos días colgado en la pared con una fractura abierta
(muestra su pierna todavía con las secuelas de aquel accidente) y me
operaron varias veces. Estuve dos años de operaciones.
Entonces es cuando decide navegar.
-Sí, conseguí que me prestaran un barco y me marché.
Cuando zarpó de Barcelona, ¿era consciente de lo que iba a hacer?
-No. Pensé: Voy a ir hasta América. Pero llegué a América, y dije, vamos a ver las islas del Pacífico. Y así seguí y seguí.
¿Sabía de veleros, viento, navegación?
-Nada de nada. No sabía nada. Me compré un sextante en Algeciras,
unas tablas para navegación y embarqué. Mirando ejemplos conseguí
descifrar cómo se navegaba, las alturas del sol, las estrellas, algún
planeta.
Era un autodidacta.
-Pero no es tan difícil. Solemos tener miedo de lo que no
conocemos. Pero no nos conocemos a nosotros mismos. Somos los grandes
desconocidos.
Estamos hablando de unos años que nada tienen que ver los tiempos actuales.
-Ahora vas con un GPS, un motor...
¿Qué llevaba?
-El barco, sus velas y poco más.
Su barco, ‘Mistral’, está considerado aún uno de los más pequeños que ha dado la vuelta al mundo.
-Habrá habido más pequeños pero hoy en día no tiene sentido ir en
un barco tan pequeño porque por mi poco dinero te puedes comprar un
buen barco.
Volvería hecho un lobo de mar.
-Sí, sí. En cuatro años no sé si lo aprendí todo, pero sí. Me
gustaba navegar sintiendo el viento, las olas... Ahora se va con
cuadrantes digitales, no miran de dónde viene el viento. Antes ibas
mirando las olas, las nubes, los pájaros...
Ha cruzado el Atlántico quince veces.
-Con el Mistral crucé tres. Llevaba muchos barcos al
Caribe, y otras veces los traía. El viaje de ida es fácil pero el de
vuelta puede ser más problemático. Alguien que no quería llevar el
barco, me lo pedía a mí. No me gustaba que me metieran prisas. O voy
tranquilo o no voy. Eran barcos de propietarios que en invierno quería
navegar por el Caribe. Luego los traía. Me gustaba ir con amigos.
En su vuelta al mundo llegó a navegar con Marlon Brando.
-Yo trabajaba en un barco en Tahití con un hombre que era músico y
de vez en cuando este hombre invitaba a amigos. Marlon Brando y los
Beatles eran amigos suyos. Me tocó ir con Marlon Brando. Luego nos vimos
en Papeete. Venía a bordo, charlábamos como tú y yo ahora. Muy a gusto y
normal. Cuando me iba a marchar, me regaló un motorcito fuera borda.
Conocí a mucha gente, desde actores como Brando hasta embajadores que me
llevaban a su casa.
En algunos lugares permanecería mucho tiempo.
-En Tahití estuve seis meses, en Nueva Zelanda otros seis… Más
tenía que haber tardado en dar la vuelta al mundo pero no me arrepiento
de haber vuelto. Tenía claro que quería hacer cosas como ir a Soria,
Teruel y Pirineos, y encontrar a mis amigos de aquí y volver a recuperar
la poesía.
Participó en la expedición Tximist al Everest pero los ‘ochomiles’ no le han atraído.
-No. Nosotros vamos con dinero a un país donde no hay dinero, hay
pobreza... y tienes que ir a poner la bandera de no sé qué. Entonces
solo se podía ir con expediciones comerciales. Lo que vino después en el
Himalaya no tienen ni color con lo que era entonces (lee uno de los
textos que dedica en el libro al Himalaya). Cuando veo fotos del Everest
con 200 personas subiendo a la cumbre… Eso no. Se ha banalizado mucho.
Poca gente tiene espíritu viajero. El Everest se ha convertido casi en
Disneylandia, aunque te puedes quedar allí como estés en un mal sitio y
te entre una nube. Pero hay cuerdas fijas de abajo a arriba, los sherpas
están arreglando la Cascada de Hielo constantemente...
El montañismo se ha diversificado. Antes era solo andar. Ahora se practica la bicicleta de montaña, correr, barranquismo…
-El montañismo antiguo era muy completo. Ahora vas por un collado
cerca del Posets y ves que están preparando una carrera de montaña y
que está todo lleno de banderas, puestos, cintas… Qué pena. Tengo amigos
korrikalaris pero no me va. Prefiero ir al monte en cuadrilla, dormir
en una cumbre, ver las estrellas...
¿Se puede viajar por la vida con mucho tiempo y poco dinero?
-Sí. Esa ha sido siempre mi fórmula. Ahora ya no lo hago siempre
porque tengo familia y tengo que adaptarme a sus hábitos. Hago doble
vida. Voy con mi familia de una forma, y cuando voy solo, de otra. Sigo
manteniendo el espíritu viajero aunque me vaya a Estella andando.
“Puedo vivir sin coches, sin autovías, sin aviones, pero no sin
libros, sin cultura”, decía hace muchos años en una entrevista en
‘Pyrenaica’.
-Sí. Lo que pasa es que ahora estoy perdiendo vista y puedo leer poco.
¿Qué lee?
-Navegando he leído de todo. Intercambiaba libros. En castellano o en francés. El Quijote
lo leí en francés. Y lo demás, todo lo que caía. Me regalaron una
tablet pero no me las apaño. Me gusta el libro, el objeto, el color, la
portada, el peso… No es lo mismo entrar en una librería que en un sitio
en el que venden aparatitos.
¿Sigue escribiendo?
-Voy con mi cuadernito tomando notas. Para este libro ha escrito
50 páginas aunque pensaba que ya lo había contado todo. He aportado
aventuritas mínimas.
¿Cómo lleva la vejez?
-De momento, muy bien. Estoy vivo, sé qué cosas me gustan y, si
puedo andar por Soria o Teruel y el cuerpo me funciona, estar vivo es
una maravilla. Hago cosas que antes no hacía. Pero no lo he elegido por
sabiduría sino porque me gusta. Si me cojo la mochila, un autobús y me
pongo a caminar por Soria, es que me gusta. Me gusta parar y dormir
debajo de un árbol o en una cueva, o al pasar por un pueblo comer en un
restaurante…
¿Dónde le gusta perderse?
-Cualquier sitio puede ser el lugar más bonito del mundo: Urbasa,
Aralar… Soy poco urbano pero en las ciudades también disfruto. La vida
no es solo el monte. Me gustan tantas cosas que me parece escaso ser
solo montañero.
¿Sigue navegando?
Poco. La última vez que lo hice fue para acompañar a un amigo a
Canarias. Hace tres años. Ya no hago viajes largos. No me da pereza ir
hasta América, pero dar vueltas por aquí no me apetece. Ordenar el barco
solo para dar unas vueltitas y volver al puerto no me apetece. Y en el
monte igual.
viernes, 9 de diciembre de 2016
Adiós a los floreros
la semana pasada se
celebró en Donostia una jornada sobre deporte femenino y medios de
comunicación organizada por Emakunde, el Gobierno Vasco y la Diputación
de Gipuzkoa. Deportistas, profesionales de la prensa y profesoras
universitarias debatieron sobre los problemas de las mujeres para que se
visibilice en los medios su actividad, sus éxitos y sus fracasos, o su
quehacer diario. En el transcurso de la mañana se presentó un estudio
sobre el tratamiento que la prensa escrita ofrece al deporte femenino
analizando los titulares que ocuparon las mujeres en diez periódicos
vascos (ocho generalistas y dos deportivos) durante cuatro semanas. Aquí
va la cuña autopromocional porque, según ese informe, este diario es el
segundo de los diez examinados con más titulares. Solo es superado por Gara.
Es obvio que está en manos de la prensa que se incremente la
visibilidad del deporte femenino en los medios, aunque hay otros campos
en los que también se debe actuar y avanzar. Digo yo que ya es hora de
suprimir de los podios el papel que se otorga a las mujeres, meros
floreros que se dedican a repartir ramos y besos a los vencedores. En el
Tour Down Under de Australia ya lo han hecho. A partir de la próxima
edición, los premios no serán entregados por las habituales azafatas
sino por ciclistas junior de la ciudad en la que concluya cada etapa.
miércoles, 30 de noviembre de 2016
Deberes escolares
En una reciente
entrevista, Inger Enkvist, catedrática de Español, asesora del
Ministerio de Educación de Suecia y experta en la comparación de
sistemas educativos occidentales, ofreció algunas de las claves del
éxito del modelo finlandés. La principal reside en el respeto de los
padres, los alumnos y el Estado a los profesores y al sistema educativo.
Los docentes son profesionales bien formados, bien considerados y bien
retribuidos. Tiene una reputación social notable labrada durante años.
En España, acabamos de observar, entre lo absurdo y lo patético, cómo la
Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres del Alumnado
(Ceapa) convocaba una huelga de deberes los fines de semana de este mes
de noviembre que concluye hoy. Desconozco qué seguimiento ha tenido
semejante memez. Supongo que estos convocantes que protestan por las
tareas escolares son los mismos que despotrican contra los profesores y
sus vacaciones, los profesores y sus bajas y los mismos que se quejan de
las tareas pero cada comienzo de curso no dudan en apuntar a sus
chavales a piano, solfeo, inglés, fútbol, danza clásica y lo que sea. Si
unos padres transmiten a sus hijos una desconsideración hacia los
profesores tal como una huelga de deberes, no hay modelo que valga. Ya
es un problema de educación.
viernes, 25 de noviembre de 2016
Fax
El
otro día me pidieron
en el centro de salud que, para solicitar cita con el traumatólogo,
enviara el volante a un ambulatorio… por fax. Por fax, sí. Aquí,
en la redacción del periódico, hay un fax integrado en una máquina
que hace de todo: fotocopias, escaneos, reportes… La máquina
también permite enviar o recibir fax pero, que se sepa, nadie lo
utiliza. Está muertito. De vez en cuando llega alguna convocatoria o
alguna carta a la dirección de nostálgicos del fax, pero la mayor
parte del día está muerto de la risa. El correo electrónico mató
al fax como elWhatsapp
ha acabado con los
SMS. Hace la tira de años el fax me pareció el invento más
fascinante del mundo (era muy útil para los periodistas), eso sí,
nunca superado por el autoreverse del radiocasete del coche. Hoy
disponemos de mil sistemas más rápidos, prácticos e interactivos
que el fax. Por eso llama la atención que todavía haya quien lo
use. Leo en esa enciclopedia de primera mano (no del todo fiable) que
es Wikipedia, que la sanidad, las aseguradoras y las finanzas son los
sectores que más utilizan el fax. Vale, ya sé que es relativamente
sencillo disponer de fax desde un ordenador, pero aquí me tienen,
buscando una librería, un consultorio o un despacho de Correos para
enviar el dichoso volante… por fax.
viernes, 18 de noviembre de 2016
Besarkada
ocurrió hace ya unas semanas. Era domingo. Uno de esos días de otoño en los que te das el gustazo de tumbarte al sol. Sonó el móvil a la hora de la siesta y, al otro lado de la línea, una voz nerviosa nos contó que en el bloque de pisos de al lado una chica se había lanzado al vacío. “Es horroroso, es horroroso”, repetía. Pocos minutos después, estábamos junto a ella para tranquilizarle. Nos asomamos dos segundos, no más, a la ventana, un instante dramáticamente suficiente para comprobar que esa chica, a la que conocimos días después al ver publicada su esquela, yacía bajo una sábana blanca. Varios efectivos de la Ertzaintza y de la DYA esperaban la llegada del juez para el levantamiento del cadáver. A pocos metros, otro policía requería los móviles a varios jóvenes (algunos de la misma edad que la fallecida) para borrar las imágenes que acababan de tomar. Morbo se llama. Cuando presencias una tragedia de este tipo, se te agolpan mil preguntas que sintentizas en una: ¿Por qué? Las mismas preguntas supongo que se hacen continuamente los familiares que sufren una pérdida tan desgarradora. En Navarra acaba de nacer Besarkada, una asociación que busca acompañar a personas que han perdido a un allegado por un suicidio. Todo apoyo será poco.
viernes, 11 de noviembre de 2016
Kit de emergencia
Salvo que esté equivocado,
creo que por regla general las autoescuelas no incluyen en sus clases
prácticas enseñar a los alumnos cómo se cambia una rueda después de
sufrir los siempre indeseables pinchazos. Tampoco nos preparan para
afrontar ese otro momento y-ahora-qué-hago que consiste en
poner las cadenas en medio de un temporal de nieve. Nunca sabes si son
de un lado o del otro, y acabas pidiendo ayuda al primero que pasa, que
tampoco suele saber montar el invento. Si por naturaleza, como es mi
caso, eres torpe con todo lo relacionado con la mecánica y el automóvil y
tampoco eres un MacGyver, estás perdido, amigo. El otro día un
compañero de la redacción sufrió un pinchazo, el primero desde que
compró el coche. Primera sorpresa: no había neumático de recambio. En su
lugar, la marca automovilística incluía un “kit de emergencia para
reparación temporal” de la rueda. Un tratado de nada más y nada menos
que 23 páginas repleto de dibujos e instrucciones que te explicaba como
solucionar el problema en ¡25 pasos! Ponte tú a leer semejante folletín
de explicaciones bajo la lluvia y en un lugar oscuro. Moraleja: si
sufres un pinchazo, llama al seguro. El tipo de la grúa te cambia la
rueda en un santiamén.
'Slow Behobia'
Cómo disfrutar de los 20 kilómetros más populares sin prisa, sin pausa y sin reloj
El término slow (despacio) se ha asociado en los últimos años a la cocina, la moda, las ciudades, el sexo, la música, el ciclismo, la televisión e incluso el trabajo. Una de las últimas acepciones ha llegado de la mano de Juanjo Garbizu en Slow mountain. Porque en la montaña el tiempo se detiene, un recomendable libro en el que narra cómo disfrutar del montañismo de manera relajada.
A grandes rasgos, el movimiento slow propone desacelerar nuestras vidas y saborear nuestra aficiones y lo cotidiano con calma y sin prisas. Visto así, puede resultar contradictorio ligar una corriente de este tipo con una actividad como correr, mal llamada ahora running, antes conocida como footing y al principio de los 80 como jooging.
Si entendemos correr como unir un punto con otro lo más rápido posible, el slow running sería lo opuesto. Consistiría en, por ejemplo, enlazar Behobia y Donostia sin prisa pero sin pausa, disfrutando de la carrera, del aplauso del público, sufriendo lo mínimo, sin dejarnos el higadillo en el camino y desplegando nuestra mejor sonrisa en la meta.
La slow Behobia es posible. La primera consideración a tener en cuenta es que todos los participantes, independientemente de la hora a la que tomen la salida, disponen de dos horas y 45 minutos para completar los 20 kilómetros. Un dato, el tiempo límite, que suele pasar desaparecibido. A un ritmo de 8 minutos y 15 segundos por cada kilómetro, se logra el objetivo, que no es otro que acabar, dentro del registro máximo que se fija en el reglamento. Solo hay que cumplir dos requisitos previos: traspasar la barrera de los diez kilómetros (Gaintxurizketa incluido) en una hora y media, y la de los 15 en dos horas y cinco segundos. Unos márgenes más que holgados si se acude a la carrera con la preparación adecuada.
Si acaso, si somos adictos al reloj. durante el recorrido, sobre
todo al atravesar Irun, Errenteria, Pasaia y Donostia, hay paneles
publicitarios que muestran la hora y la temperatura, suficiente para
calcular el tiempo que lleva uno corriendo, aunque ya hemos dicho que el
corredor slow nada (corre) contracorriente y la marca final le importa un comino.
a medio camino A medio camino entre el corredor slow y el corredor corriente y moliente, que va mirando el reloj a cada paso por kilómetro y se desconsuela si no rebaja su mejor marca, estaría el participante que decide correr medio minuto más lento que en sus entrenamientos y descubre que se puede ir desde Behobia a Donostia sin tener que mirar permanentemente al suelo, con el gancho puesto.
El corredor slow, no confundir con el corredor lento, llega con mucho tiempo de antelación a la zona de salida para disfrutar del espectáculo que se monta en el largo kilómetro que hay entre el área comercial de Behobia y la línea de salida en el límite con el barrio de Artia de Irun. Imprescindible asistir a la salida de los atletas que compiten en sillas de ruedas, un momento que pone los pelos de punta y que se engrandece al son de Now we are free, de Lisa Gerrard, el tema más conocido Gladiator.
El corredor slow puede portar el dorsal de cualquier color, pero preferentemente llevará el blanco, los últimos de la fila, los últimos que dejan Behobia a su espalda.
Como vive la carrera de forma diferente, el corredor slow es amigo de, no solo tomar agua en todos y cada uno de los siete avituallamientos, sino de pararse, bromear y agradecer su trabajo a los cientos de voluntarios que hacen posible la carrera. El buen corredor slow, dado que disfruta más que sufre, se marca incluso un bailoteo en los catorce puntos de animación y jalea como se debe al Pirata y familia, imprescindibles en la bajada de Gaintxurizketa. Y hablando de familiares y amigos, el buen corredor slow saluda a toda la parentela que encuentra por el camino, situada estratégicamente en varios puntos.
El corredor slow disfruta incluso de las vistas de Jaizkibel y, sobre todo, disfruta de la recta final, aunque se encuentre semidespoblada después de varias horas pasando atletas y atletas. Y hablando de meta, el corredor slow se toma su tiempo para recoger la medalla, recuperarse con líquidos y sólidos, recibir un reconfortante masaje y dar buena cuenta de una comida en la mejor compañía. Porque otra carrera es posible, larga vida al corredor slow.
El término slow (despacio) se ha asociado en los últimos años a la cocina, la moda, las ciudades, el sexo, la música, el ciclismo, la televisión e incluso el trabajo. Una de las últimas acepciones ha llegado de la mano de Juanjo Garbizu en Slow mountain. Porque en la montaña el tiempo se detiene, un recomendable libro en el que narra cómo disfrutar del montañismo de manera relajada.
A grandes rasgos, el movimiento slow propone desacelerar nuestras vidas y saborear nuestra aficiones y lo cotidiano con calma y sin prisas. Visto así, puede resultar contradictorio ligar una corriente de este tipo con una actividad como correr, mal llamada ahora running, antes conocida como footing y al principio de los 80 como jooging.
Si entendemos correr como unir un punto con otro lo más rápido posible, el slow running sería lo opuesto. Consistiría en, por ejemplo, enlazar Behobia y Donostia sin prisa pero sin pausa, disfrutando de la carrera, del aplauso del público, sufriendo lo mínimo, sin dejarnos el higadillo en el camino y desplegando nuestra mejor sonrisa en la meta.
La slow Behobia es posible. La primera consideración a tener en cuenta es que todos los participantes, independientemente de la hora a la que tomen la salida, disponen de dos horas y 45 minutos para completar los 20 kilómetros. Un dato, el tiempo límite, que suele pasar desaparecibido. A un ritmo de 8 minutos y 15 segundos por cada kilómetro, se logra el objetivo, que no es otro que acabar, dentro del registro máximo que se fija en el reglamento. Solo hay que cumplir dos requisitos previos: traspasar la barrera de los diez kilómetros (Gaintxurizketa incluido) en una hora y media, y la de los 15 en dos horas y cinco segundos. Unos márgenes más que holgados si se acude a la carrera con la preparación adecuada.
Los participantes disponen de dos
horas y 45 minutos para completar el recorrido, un margen holgado si se
corre con la preparación adecuada
a medio camino A medio camino entre el corredor slow y el corredor corriente y moliente, que va mirando el reloj a cada paso por kilómetro y se desconsuela si no rebaja su mejor marca, estaría el participante que decide correr medio minuto más lento que en sus entrenamientos y descubre que se puede ir desde Behobia a Donostia sin tener que mirar permanentemente al suelo, con el gancho puesto.
El corredor slow, no confundir con el corredor lento, llega con mucho tiempo de antelación a la zona de salida para disfrutar del espectáculo que se monta en el largo kilómetro que hay entre el área comercial de Behobia y la línea de salida en el límite con el barrio de Artia de Irun. Imprescindible asistir a la salida de los atletas que compiten en sillas de ruedas, un momento que pone los pelos de punta y que se engrandece al son de Now we are free, de Lisa Gerrard, el tema más conocido Gladiator.
El corredor slow puede portar el dorsal de cualquier color, pero preferentemente llevará el blanco, los últimos de la fila, los últimos que dejan Behobia a su espalda.
Como vive la carrera de forma diferente, el corredor slow es amigo de, no solo tomar agua en todos y cada uno de los siete avituallamientos, sino de pararse, bromear y agradecer su trabajo a los cientos de voluntarios que hacen posible la carrera. El buen corredor slow, dado que disfruta más que sufre, se marca incluso un bailoteo en los catorce puntos de animación y jalea como se debe al Pirata y familia, imprescindibles en la bajada de Gaintxurizketa. Y hablando de familiares y amigos, el buen corredor slow saluda a toda la parentela que encuentra por el camino, situada estratégicamente en varios puntos.
El corredor slow disfruta incluso de las vistas de Jaizkibel y, sobre todo, disfruta de la recta final, aunque se encuentre semidespoblada después de varias horas pasando atletas y atletas. Y hablando de meta, el corredor slow se toma su tiempo para recoger la medalla, recuperarse con líquidos y sólidos, recibir un reconfortante masaje y dar buena cuenta de una comida en la mejor compañía. Porque otra carrera es posible, larga vida al corredor slow.
jueves, 10 de noviembre de 2016
Juanjo Garbizu: “Cuando vamos al monte, hay que dejar de lado la esclavitud del reloj”
Tras el éxito hace cuatro años de su primera incursión literaria, ‘Monterapia’, que va por la octava edición, Garbizu (Donostia, 1961) aborda en ‘Slow mountain’ (editorial Diëresis) cómo disfrutar del montañismo sin prisas y en armonía con la naturaleza.
A lo largo de más de 200 páginas, el donostiarra, creativo publicitario de profesión, escritor en sus ratos libres y apasionado de la montaña (tiene un catálogo en Youtube con más de 250 grabaciones en montes de Euskal Herria, Pirineos, Alpes y otras cordilleras del planeta), desgrana cómo practicar esta afición con pausa, a la vieja usanza, con el bocadillo y la bota de vino en la mochila, y sin el ansia de coronar cinco cimas de un tirón en una mañana. Un modo slow de vivir el montañismo que corona con un manifiesto que incluye una veintena de recomendaciones.
¿Hemos llevado las prisas del día a día, el estrés laboral, a la montaña?
-Siempre ha habido gente que ha ido a correr a la montaña. Correr por el monte no es una novedad. Lo que pasa es que se ha convertido en una tendencia. Antes en Aralar veías a un tío corriendo y ahora han transformado Aralar y Aizkorri en una estación de trail. A mí, y a miles de mendizales, la montaña siempre nos había parecido un refugio después del ajetreo semanal en el trabajo. Es deporte y sudas, pero es mucho más, es una desconexión mental, un bálsamo. Vuelves renovado. Cargas las pilas, aunque suene a tópico. Yo, si un fin de semana no voy al monte, el lunes no lo arranco igual. Y, de repente, eso que era un paréntesis, se convierte en una competición: cronos, postureo digital... Antes ibas a Aralar, subías el Txindoki, luego el Gambo, almorzabas... Ahora vas a Aralar y te planteas hacer catorce cumbres y si te da tiempo enlazas con el Beriain, lo cuelgas en Facebook, lo retransmites...
¿Cómo nos podemos quitar las prisas en el monte?
-De entrada, hay que quitarse el reloj. Es el primer paso, y de una sencillez aplastante. Aparte del acto físico, ya es casi un manifiesto. Y luego hay que dejar fluir. Carpe diem, hay que vivir el momento, integrándote en la naturaleza, viviéndola. Hoy, sin embargo, está predominando el Altius, fortius, citius. Al monte hay que llevar una mochila con un bocadillo, un trozo de queso Idiazabal y una bota de vino. Nada de geles y barritas. Y luego vagabundear, como decía Julio Villar, sin prisas, con calma, pero también sin que te pille la noche.
Vagabundear es un término al que se refiere varias veces en el libro.
-Se trata de evitar los sitios que están súper saturados, por ejemplo. Mi filosofía es vagabundear, buscar los espacios que no son los más demandados. Abogo por las cimas secundarias. Frente a la tresmilitis que hay en el Pirineo, hay dosmiles preciosos y a veces más reconfortantes que el tresmil de turno. Pasear es otro verbo que se está olvidando. Ya no paseamos ni por La Concha.
Lo que cuenta de los ‘tresmiles’ pasa incluso con los ‘ochomiles’.
-Y en los Alpes con los cuatromiles. Slow no se refiere a ir despacio sino a llevar una progresión lógica. Tú antes empezabas a andar por nuestros montes, luego ibas a Pirineos, a tu primer tresmil, y luego a los Alpes. De ahí al Kilimanjaro, el Aconcagua y luego al Himalaya. Esa progresión ahora va muy rápido. Las nuevas generaciones no quieren hacer esos pasos y van directamente a los Alpes, o ves hasta cosas estúpidas como que alguno se calza sus primeros crampones en el Himalaya.
Dice en el libro: “No es lo mismo tener el reloj que tener el tiempo”.
-Es un proverbio árabe por el que ellos dicen que los occidentales tenemos el reloj pero ellos tienen el tiempo. Poesía pura. Nosotros lo medimos todo y lo fragmentamos todo en horas, minutos, resultados, cimas y éxitos. Pero hay que cambiar esa mentalidad. Cuando vamos a la montaña, a la naturaleza, hay que dejar de lado la esclavitud del reloj, del tiempo, y guiarse por los ciclos naturales, las estaciones... Los montañeros somos testigos de cómo se transforma el monte, lo vivimos más.
Las carreras de montaña serían la contraposición al ‘slow mountain’.
-Respeto muchísimo a la gente que corre por el monte. No quiero que haya malentendidos. Respeto a todo el mundo que va a la montaña. Solo me meto con el colectivo de cazadores. Me parece fantástica la gente que corre por el monte y entiendo que se pueda disfrutar, pero me empieza a escocer el fenómeno de los trails. Se está retroalimentando de una manera muy bestia. Antes, a alguien que corría un trail se le miraba como a un superman. Ahora hay que correr ultratrails, y dentro de ocho años será el recontratrail de 800.000 metros de desnivel y correr durante un mes seguido. Entiendo que en un pueblo pequeño del Pirineo monten un trail porque se llenan los alojamientos, los bares, los restaurantes. Pero hay una fiebre... Las marcas deportivas se han enganchado al fenómeno del trail, con zapatillas que cuestan un escándalo y tienen una suela como una loncha de jamón. Los fisioterapeutas están encantados, se frotan las manos. En la montaña siempre ha habido competición, pero ahora va a más. Para mí, y para miles de mendizales, la montaña es andar por el monte.
Andar y correr en el monte pueden tener algo en común. A veces practicando alguna de estas dos actividades se te ocurren las mejores ideas.
-Hay estudios científicos que dicen que cuando caminas en un espacio amplio, en un bosque, el hemisferio derecho de tu cerebro, que es el de la intuición y la creatividad, se desarrolla. Pero hay estudios que dicen que si corres, depende de a qué intensidad y nivel, se crea un efecto túnel y no te deja pensar. Hay montañeros que han corrido, pero han vuelto a la montaña clásica y otros que nunca han pisado la montaña, que no han salido del asfalto, y de repente han ido al monte como si fuera una nueva pista de atletismo.
“La excursión está en desuso”, dice en el libro.
-Es un término que no emplea nadie. De la misma manera que las bebidas isotónicas, las barritas y los geles empezaron a desplazar a la lata de sardinas de toda la vida, también lo ha hecho el término excursión. Es nostálgico.
También se están perdiendo las salidas de los clubes. ¿Solo va la gente mayor y los jóvenes se dedican a lo que en el libro denomina “tachar cimas”?
-Pero ha sido por la tecnología digital. Antes, cuando solo existían la brújula y el mapa, había mucha gente de todas las edades a la que le encantaba la montaña pero no tenía con quién ir y se inscribía en los clubes. Ahora existe el GPS y decimos: No me hace falta el club. Pero la barrera entre el uso y el abuso de la tecnología digital es muy fina. Ahora vemos a nuevas generaciones que acuden a la montaña con el GPS desde el segundo uno. Como los guían tan bien, ¿para qué van a ir a clubes de montaña? Ya tienen su guía particular.
En una orografía como la nuestra, supongo que tenemos mil itinerarios y excursiones para practicar el ‘slow mountain’.
-Somos unos privilegiados. En la sierra de Aralar, donde me inicié, hay excursiones impresionantes y los ayuntamientos se han tomado la molestia de balizar los itinerarios porque han visto que hay un turismo verde activo e interesante. En Euskal Herria se ha hecho una labor de balizamiento fabulosa.
¿Para practicar el ‘slow mountain’ hace falta tiempo?
-Sí, o dentro del que dispones, no plantear una meta muy ambiciosa. Cuando mis hijos eran pequeños, hacía mañaneras y no trataba de hacer cinco cimas la misma mañana. Te planteas hacer una cima asequible. Si tienes tiempo, fantástico, pero si no lo tienes, debes adecuar la ruta al tiempo del que dispongas.
¿El montañismo es una afición que va a más?
-Sí, cada vez hay más gente que acude a la montaña pero cada vez hay más rescates. Decathlon ha democratizado el material deportivo y Calleja (Jesús Calleja, montañero y presentador de televisión) ha enseñado la montaña como un medio lúdico y divertido. Pero no hay que olvidar que la montaña es un medio hostil. Acude al monte mucha gente sin la preparación y la información necesaria. Van sin consultar el parte meteorológico, lo cual es demencial. Va más gente a la montaña, pero ¿hay más montañeros? En teoría, sí.
Afirma también que las raquetas de nieve son una buena herramienta para el ‘montañismo slow’.
-Sí, porque la nieve te frena. Es una sensación como andar sobre algodón. Aunque tú no quieras, casi te convierte en un montañero slow.
Otro método ‘slow’ al que alude es el Concurso de los 100 montes de Euskal Herria de la Federación Vasca que se viene convocando desde tiempo inmemorial.
-Esa es una filosofía slow impresionante porque tienes que lograr las 100 cumbres en un mínimo de cinco años. Habrá quien diga que las consigue en un mes o en una semana, pero es que lo que propicia las 100 cumbres es la constancia y que te repartas por el territorio. Tiene cosas tan bonitas como el intercambio de tarjetas, que es la panacea. Pero las nuevas generaciones no tienen ni idea de que existe y preguntan: ¿Por qué hay un buzón en esta cumbre? Es la quintaesencia de la filosofía slow mountain y hay quien lo sigue haciendo. Yo, cuando abro un buzón, en el 98% de los casos está vacío. Es un mundo tan digital y de cimas y de récords, el hecho de que siga vigente el Concurso de las 100 Cimas es muy bonito.
“No mido las montañas por su altura sino por las satisfacciones que me producen”, escribe.
-La gente está muy obsesionada con la altura de los montes o los desniveles que se hacen. Qué más da. Todo es medición. A mí me vuelve loco el Irubelakaskoa y no llega a 1.000 metros de altura. Pero los 900 metros de desnivel que tiene son una maravilla. Tienes de todo. Mis recuerdos en la montaña son de momentos y de experiencias, no tanto de alturas. No voy a ir tampoco de místico porque uno de los momentos más intensos fue al coronar el Cervino, una montaña mítica. Me interesa la altura, pero hay demasiada obcecación.
viernes, 4 de noviembre de 2016
Entre lo malo y lo peor
Si los británicos
aprobaron en referéndum su salida de la UE y los colombianos rechazaron
también en una consulta el plan de paz, solo falta que un tipejo como
Donald Trump gane el próximo martes las elecciones de Estados Unidos.
Aunque ninguno de los tres hechos (dos consumados) tienen relación entre
sí, los tres reflejan que nuestra capacidad de sorpresa es ilimitada.
Cuando Trump anunció en 2015 su candidatura a la nominación republicana,
sonó a broma. Nadie daba un duro por él. Hoy es una broma de mal gusto.
Los ciudadanos USA deben elegir entre lo malo (Hillary Clinton) y lo
peor (Trump). Entre una candidata que no motiva a jóvenes y negros y
tiene un pasado asociado al establisment, y un candidato
histriónico, más peligroso que un chimpancé con una pistola. La
posibilidad de que Trump llegue a ocupar el Despacho Oval ya ha
provocado el pánico en las bolsas y en medio mundo antes siquiera de que
se abran las urnas. Es impredecible qué puede ocurrir si el magnate
vence. Del otro lado, Clinton, a pesar de que pueda convertirse en la
primera presidenta de la historia, resulta tan poco seductora para miles
de votantes que los demócratas han tenido que echar mano de todo su
arsenal (con Obama ofreciendo discursos cada minuto) para no perder unas
elecciones que hace un par de semanas tenían ganadas.
viernes, 28 de octubre de 2016
Salda badago
markel Olano se quejó la noche del miércoles en Twitter
del tratamiento que recibe el euskera en el Campeonato de Euskal Herria
de Pintxos que se ha celebrado esta semana en Donostia. No es la
primera vez que lo hace un responsable público. El año pasado el
Ayuntamiento de Hondarribia, el municipio que habitualmente acoge el
concurso, redujo la subvención a los organizadores por el mismo motivo.
Basta un vistazo a la web del campeonato o a sus perfiles de Facebook y Twitter
para comprobar el olímpico desprecio y la nula sensibilidad que muestra
por la lengua de Etxepare. La web solo se puede consultar en castellano
y, más allá de palabras como Euskal Herria, pintxo y Donostia, la
ausencia del euskera es patente en su portal de Internet y en sus
comunicaciones, y también lo fue durante la final del miércoles en el
Kursaal. No es un caso aislado (tampoco conviene generalizar), pero a
diario nos encontramos con establecimientos hosteleros con cartas y
paneles en un único idioma. Lo que resulta inexplicable es que las
instituciones que patrocinan y apoyan económicamente un evento no exijan
a sus organizadores que ofrezcan la información en las dos lenguas
oficiales del país. Hasta los clubes de Tercera Regional lo hacen.
viernes, 21 de octubre de 2016
Paripé
sábado 15. Vuelvo a casa a
eso de las 23.15 horas, enciendo la radio del coche y escucho a un
periodista que explica, en una conexión en directo desde Barcelona,
donde se falla el premio Planeta, cómo el jurado se encuentra en esos
momentos deliberando y que ya va por la cuarta votación para elegir al
ganador y al finalista entre las novelas que han sido seleccionadas
(bajo seudónimo) del total de 552 presentadas al concurso. Poco más de
media hora después, llego a casa, pulso Twitter en el móvil y
leo un rosario de mensajes anunciado el nombre de Dolores Redondo como
ganadora. Segundos después, como por arte magia, un usuario de la red
social publica una página entera de la primera edición de El País
con todo tipo de detalles sobre la escritora, su vida y su obra (¿Pero
no habíamos quedado en que el jurado estaba deliberando?). Pese a que
durante la velada el secretario del jurado se asoma una y otra vez por
el estrado para dar cuenta a los invitados de cómo marchan las
votaciones (el jurado cena en un salón aparte), la parafernalia que
rodea el fallo no deja de ser un paripé que se repite año tras año. Una
gigantesca campaña de marketing en vísperas de navidad en la
que Planeta echa la casa por la ventana para agasajar a sus más de 1.000
invitados. Vamos, la fiesta de Porcelanosa de la literatura, pero sin la Preysler.
viernes, 14 de octubre de 2016
Esquiar Copacabana
Si se asoman estos días a
la tele para presenciar alguna de las pruebas del Mundial de Ciclismo de
Doha (Qatar), comprobarán que en las aceras no hay ni Alá. No hay
público. Los ciclistas marchan rodeados de una sucesión de rotondas,
obras, áreas residenciales de lujo y vallas sin espectadores. Solo en la
zona de meta se suele apreciar a un puñado de aficionados que aguanta
estoico una temperatura de 35 grados y una humedad insoportable. Como el
recorrido es insípido (no hay siquiera una tachuela), las carreras son
de siesta y orinal. Organizar un Mundial de Ciclismo en Qatar es como
llevar una prueba de esquí alpino a la playa de Copacabana. No hay por
dónde pillarlo. A la UCI se la trae al pairo porque solo le interesa
ingresar dinero, cuanto más mejor. La Gazzetta dello Sport publicó
ayer que Qatar ha pagado diez millones por albergar la competición,
cinco más de lo habitual. Supongo que dentro de unos meses o años
alguien destapará los trapos sucios. Al igual que a la UCI, a muchos de
los organismos que gobiernan el deporte cada vez les importa menos el
público, que hasta hace nada era un ingrediente indispensable para el
espectáculo. Solo hay que ver los infames horarios de la Liga, rehén del
maná de millones que pagan las televisiones.
“Ir al monte es algo más que hacer deporte"
Luix Mari Zulaika, profesor de la facultad
de Educación y Deporte de la UPV/EHU, es el autor de un proyecto
impulsado por la Federación Guipuzcoana Montañismo para promocionar la
afición por la montaña entre los niños.
El preocupante descenso de participantes en las iniciativas que la Federación, en colaboración con los colegios e ikastolas, organiza con los escolares, llevó al ente a encargar un informe para analizar los porqués. Zulaika, doctor en Pedagogía, master en Psicología del Deporte y que durante quince años trabajó como profesor de Educación Física antes de dedicarse a la docencia universitaria, ha elaborado un extenso, prolijo y concienzudo trabajo en el han participado clubes de montaña, colegios, técnicos de la Federación, técnicos de la Diputación, padres y alumnos. El estudio, que se repartirá en los centros escolares, hace un diagnóstico de por qué cada vez menos niños se apuntan a las actividades escolares ligadas al monte y expone 100 propuestas para revertir la situación.
¿Por qué salir al monte atrae cada vez menos a los escolares?
-La sociedad se ha acomodado. Algunos dicen que vivimos en la sociedad del yogurín. Eso de madrugar, cansarse y tal, no vende. La fuerza que tienen algunas modalidades y algunos personajes de esas modalidades es tal, que hacer frente es muy difícil. De mayor todos los críos quieren ser Ronaldo. Y luego está que nuestro modelo escolar antes reservaba los domingos para el monte, el atletismo y la familia. El deporte escolar se reservaba para los sábados. Se cambió la normativa y los niños, ya federados, tienen los domingos ocupados con partidos, entrenamientos, tecnificación, etc. Ya no está de moda ir el domingo al monte.
Desde la Federación de Montaña se argumenta que los deportes mayoritarios, como el fútbol, el baloncesto o el balonmano, organizan más actividades que las que les corresponden.
-Son las tres modalidades que por volumen atraen a más niños. Antes en Gipuzkoa esos deportes no podían celebrar partidos los domingos. Al cambiar la ley se abrió la puerta a las escuelas deportivas y se ve que no cumplen la ley. Las ligas de rendimiento tienen delimitadas un número de jornadas al año pero esto se incumple. Para la Diputación es engorroso hacer cumplir la ley. Es impopular tomar medidas o aplicar sanciones. Se hace la vista gorda. Los críos tienen todo el fin de semana ocupado con esas modalidades. Hay niños que el lunes dan su nombre para ir con el colegio a la excursión del domingo, pero llega el viernes y se desapuntan porque tienen partido o entrenamiento. A unos les interesa más el deporte de rendimiento, y a otros nos interesa más la educación de los niños, la participación de todos, que los que son torpes tengan posibilidad de desarrollar su motricidad, trabajar los valores, etc.
En el informe se dice que a partir de los 12 años es más difícil aún que un niño vaya al monte. “Van al monte si no hay fútbol”.
-Es más fácil motivar a un crío. En la adolescencia o preadolescencia es más difícil que un padre o un profesor convenzan a un chaval. Te dirá que va al monte si van sus amigos. En edades tempranas se consigue todavía movilizar a los niños, pero a partir de cierta edad se pierde a ese colectivo, sobre todo en los chicos.
¿El hecho de que el montañismo no sea un deporte competitivo está relacionado con esa pérdida de practicantes?
-Es algo que surgió en las discusiones entre los distintos colectivos que han participado en el informe. Hay quien propone que para motivar a los niños, en disciplinas como la escalada se incluya la competición para que aumente la participación. Es una propuesta. Si acertamos con el grado de competitividad, la competición puede ser educativa si está bien dirigida. Con la competitividad pura y dura solo consigues que aquel que tiene menor nivel abandone la práctica deportiva. El monte lo que tiene es que es muy inclusivo y está abierto a todo el mundo. Puede participar el de capacidad limitada, el de bajo nivel de competencia, el obeso… Con la competitividad hay que tener cuidado porque el que gana va contento pero el resto si no gana, no.
¿Cómo se motiva a un niño para que vaya al monte?
-Hay que incluir juegos, actividades al aire libre, escalar, cruzar ríos, piragüismo, ver cuevas… Que vayan con los amigos porque se disfruta más. Hay que hacerles ver que es positivo aunque hoy en día no es fácil con toda la oferta que hay.
¿Los niños son hoy más sedentarios?
-Sin duda. En los congresos de pediatría las estadísticas de sobrepeso y obesidad han hecho saltar todas las alarmas. Es un problema. El exceso de colesterol no se detecta hasta años más tarde, pero es porque se lleva acumulando muchos años. Nuestra sociedad cada vez es más sedentaria
¿Es un error fijar un objetivo cuando se va al monte?
-Hay que romper el planteamiento de hacer cima cueste lo que cueste. Si vamos con críos y en el camino encontramos algo atractivo y se lo están pasando bien, se cambian los planes. No hay que obsesionarse con la cima sino lograr que los niños lo pasen bien, se aficionen y quieran volver. El objetivo no es hacer cumbre.
¿Las palizas matan la afición? Hay adultos a los que no les gusta ir al monte porque de chavales sus padres les “machacaron”.
-También se dice lo mismo de los colegios. La motivación de cada uno es distinta y varía con la edad. Hay que adaptarse a las situaciones. Hay quien propone hacer las salidas más tarde, hacerlas más cortas, con menos cuestas. El objetivo debe estar centrado en los niños y ellos deben asociar la excursión con un buen recuerdo para seguir yendo al monte.
¿Es un error llevar a un niño a una edad temprana, por ejemplo, al Txindoki?
-Depende de cada niño. Si va a gusto, no le pondría límites. Sí hay que tener cuidado con forzarles desde edades muy tempranas.
¿Como se sortea la temida frase de “cuánto queda”?
-No hay milagros. Es cuestión de poner objetivos a medio plazo. Que el final no sea siempre el final donde vamos a acabar. Hay que decir frases tipo: “Desde ese collado vamos a ver la cima”, “ahí ya empieza la cuesta abajo”... No hay que pensar solo en llegar el autobús sino fijar objetivos intermedios y distraerles incluso con conversaciones de su gusto.
¿Cómo nos pueden ayudar las nuevas tecnologías para animar a los niños a andar por el monte?
-Hay colegios que en clase de Educación Física con el Ipad o con móviles siguen pistas como se hacía en el antiguo juego de en busca del tesoro. Para los niños es motivante. Es ir tirando de pruebas para enganchar a los niños y las nuevas tecnologías son una buena herramienta.
El informe dice que hay niños que se apuntan a una salida durante la semana pero el domingo no van porque tienen otra actividad deportiva o porque los padres dicen que es una hora muy temprana para ir al monte.
-Es una realidad constatada que nos hemos acomodado y vivimos en un ritmo de vida estresante. Tenemos entre semana los horarios que tenemos y el fin de semana la gente quiere descansar y no madrugar. También el prestigio del monte parece que no es el de antaño y lo de madrugar para sacrificarse... Luego en casa te dicen: ¿Que me tengo que levantar para prepararte el bocadillo? No es obligatorio. No vayas.
Pero ir al monte forma parte de nuestra cultura.
-Ir al monte es algo más que un deporte. El monte no es solo una modalidad deportiva más. Es naturaleza, una forma de ver el desarrollo sostenible, es geografía, es patrimonio cultural… Si se pierde el ir al monte, perdemos mucho. Convertirnos en urbanitas es negar de dónde venimos.
Se está perdiendo la cantera.
-Tenemos un modelo de deporte escolar muy rico porque adapta la oferta a las edades de los niños. En montañismo hay actividades muy diversas, estancias en albergues en horario lectivo… Pero de 16 a 40 años hay una laguna enorme en los clubes de montaña. Hay mucha gente federada pero los hábitos han cambiado. Los jóvenes ya no necesitan un club para ir al monte. Obtienen con un club la ficha de federado y van al monte por su cuenta. Hacen montaña y, de hecho, la Federación es la que más fichas tiene de Gipuzkoa (15.021 federados en 2016), pero el hábito ha cambiado. Hoy los clubes de montaña parecen clubes de jubilados. La salida en autobús en fin de semana se hace con gente de más de 50 años.
¿Con los años se recupera la afición por el monte?
-Uno de los participantes en el informe dice que si de crío has andado en el monte, al final vuelves. Cuando acaban la universidad, vuelven. En el deporte federado también hay una edad a la que lo dejas. Con el modelo que hay en Gipuzkoa, en el que se practican todo tipo de deportes, el niño luego está capacitado para practicar cualquier modalidad. Eso contribuye a que luego nuestro estilo de vida sea más activo que en otros lugares. Sales a la calle y ves a mucha gente haciendo deporte. Eso es como respuesta a la educación que has recibido. Si de niño te hacen especializarte en un deporte y luego no entras en el embudo, es más difícil que continúes practicándolo.
El preocupante descenso de participantes en las iniciativas que la Federación, en colaboración con los colegios e ikastolas, organiza con los escolares, llevó al ente a encargar un informe para analizar los porqués. Zulaika, doctor en Pedagogía, master en Psicología del Deporte y que durante quince años trabajó como profesor de Educación Física antes de dedicarse a la docencia universitaria, ha elaborado un extenso, prolijo y concienzudo trabajo en el han participado clubes de montaña, colegios, técnicos de la Federación, técnicos de la Diputación, padres y alumnos. El estudio, que se repartirá en los centros escolares, hace un diagnóstico de por qué cada vez menos niños se apuntan a las actividades escolares ligadas al monte y expone 100 propuestas para revertir la situación.
¿Por qué salir al monte atrae cada vez menos a los escolares?
-La sociedad se ha acomodado. Algunos dicen que vivimos en la sociedad del yogurín. Eso de madrugar, cansarse y tal, no vende. La fuerza que tienen algunas modalidades y algunos personajes de esas modalidades es tal, que hacer frente es muy difícil. De mayor todos los críos quieren ser Ronaldo. Y luego está que nuestro modelo escolar antes reservaba los domingos para el monte, el atletismo y la familia. El deporte escolar se reservaba para los sábados. Se cambió la normativa y los niños, ya federados, tienen los domingos ocupados con partidos, entrenamientos, tecnificación, etc. Ya no está de moda ir el domingo al monte.
Desde la Federación de Montaña se argumenta que los deportes mayoritarios, como el fútbol, el baloncesto o el balonmano, organizan más actividades que las que les corresponden.
-Son las tres modalidades que por volumen atraen a más niños. Antes en Gipuzkoa esos deportes no podían celebrar partidos los domingos. Al cambiar la ley se abrió la puerta a las escuelas deportivas y se ve que no cumplen la ley. Las ligas de rendimiento tienen delimitadas un número de jornadas al año pero esto se incumple. Para la Diputación es engorroso hacer cumplir la ley. Es impopular tomar medidas o aplicar sanciones. Se hace la vista gorda. Los críos tienen todo el fin de semana ocupado con esas modalidades. Hay niños que el lunes dan su nombre para ir con el colegio a la excursión del domingo, pero llega el viernes y se desapuntan porque tienen partido o entrenamiento. A unos les interesa más el deporte de rendimiento, y a otros nos interesa más la educación de los niños, la participación de todos, que los que son torpes tengan posibilidad de desarrollar su motricidad, trabajar los valores, etc.
En el informe se dice que a partir de los 12 años es más difícil aún que un niño vaya al monte. “Van al monte si no hay fútbol”.
-Es más fácil motivar a un crío. En la adolescencia o preadolescencia es más difícil que un padre o un profesor convenzan a un chaval. Te dirá que va al monte si van sus amigos. En edades tempranas se consigue todavía movilizar a los niños, pero a partir de cierta edad se pierde a ese colectivo, sobre todo en los chicos.
¿El hecho de que el montañismo no sea un deporte competitivo está relacionado con esa pérdida de practicantes?
-Es algo que surgió en las discusiones entre los distintos colectivos que han participado en el informe. Hay quien propone que para motivar a los niños, en disciplinas como la escalada se incluya la competición para que aumente la participación. Es una propuesta. Si acertamos con el grado de competitividad, la competición puede ser educativa si está bien dirigida. Con la competitividad pura y dura solo consigues que aquel que tiene menor nivel abandone la práctica deportiva. El monte lo que tiene es que es muy inclusivo y está abierto a todo el mundo. Puede participar el de capacidad limitada, el de bajo nivel de competencia, el obeso… Con la competitividad hay que tener cuidado porque el que gana va contento pero el resto si no gana, no.
¿Cómo se motiva a un niño para que vaya al monte?
-Hay que incluir juegos, actividades al aire libre, escalar, cruzar ríos, piragüismo, ver cuevas… Que vayan con los amigos porque se disfruta más. Hay que hacerles ver que es positivo aunque hoy en día no es fácil con toda la oferta que hay.
¿Los niños son hoy más sedentarios?
-Sin duda. En los congresos de pediatría las estadísticas de sobrepeso y obesidad han hecho saltar todas las alarmas. Es un problema. El exceso de colesterol no se detecta hasta años más tarde, pero es porque se lleva acumulando muchos años. Nuestra sociedad cada vez es más sedentaria
¿Es un error fijar un objetivo cuando se va al monte?
-Hay que romper el planteamiento de hacer cima cueste lo que cueste. Si vamos con críos y en el camino encontramos algo atractivo y se lo están pasando bien, se cambian los planes. No hay que obsesionarse con la cima sino lograr que los niños lo pasen bien, se aficionen y quieran volver. El objetivo no es hacer cumbre.
¿Las palizas matan la afición? Hay adultos a los que no les gusta ir al monte porque de chavales sus padres les “machacaron”.
-También se dice lo mismo de los colegios. La motivación de cada uno es distinta y varía con la edad. Hay que adaptarse a las situaciones. Hay quien propone hacer las salidas más tarde, hacerlas más cortas, con menos cuestas. El objetivo debe estar centrado en los niños y ellos deben asociar la excursión con un buen recuerdo para seguir yendo al monte.
¿Es un error llevar a un niño a una edad temprana, por ejemplo, al Txindoki?
-Depende de cada niño. Si va a gusto, no le pondría límites. Sí hay que tener cuidado con forzarles desde edades muy tempranas.
¿Como se sortea la temida frase de “cuánto queda”?
-No hay milagros. Es cuestión de poner objetivos a medio plazo. Que el final no sea siempre el final donde vamos a acabar. Hay que decir frases tipo: “Desde ese collado vamos a ver la cima”, “ahí ya empieza la cuesta abajo”... No hay que pensar solo en llegar el autobús sino fijar objetivos intermedios y distraerles incluso con conversaciones de su gusto.
¿Cómo nos pueden ayudar las nuevas tecnologías para animar a los niños a andar por el monte?
-Hay colegios que en clase de Educación Física con el Ipad o con móviles siguen pistas como se hacía en el antiguo juego de en busca del tesoro. Para los niños es motivante. Es ir tirando de pruebas para enganchar a los niños y las nuevas tecnologías son una buena herramienta.
El informe dice que hay niños que se apuntan a una salida durante la semana pero el domingo no van porque tienen otra actividad deportiva o porque los padres dicen que es una hora muy temprana para ir al monte.
-Es una realidad constatada que nos hemos acomodado y vivimos en un ritmo de vida estresante. Tenemos entre semana los horarios que tenemos y el fin de semana la gente quiere descansar y no madrugar. También el prestigio del monte parece que no es el de antaño y lo de madrugar para sacrificarse... Luego en casa te dicen: ¿Que me tengo que levantar para prepararte el bocadillo? No es obligatorio. No vayas.
Pero ir al monte forma parte de nuestra cultura.
-Ir al monte es algo más que un deporte. El monte no es solo una modalidad deportiva más. Es naturaleza, una forma de ver el desarrollo sostenible, es geografía, es patrimonio cultural… Si se pierde el ir al monte, perdemos mucho. Convertirnos en urbanitas es negar de dónde venimos.
Se está perdiendo la cantera.
-Tenemos un modelo de deporte escolar muy rico porque adapta la oferta a las edades de los niños. En montañismo hay actividades muy diversas, estancias en albergues en horario lectivo… Pero de 16 a 40 años hay una laguna enorme en los clubes de montaña. Hay mucha gente federada pero los hábitos han cambiado. Los jóvenes ya no necesitan un club para ir al monte. Obtienen con un club la ficha de federado y van al monte por su cuenta. Hacen montaña y, de hecho, la Federación es la que más fichas tiene de Gipuzkoa (15.021 federados en 2016), pero el hábito ha cambiado. Hoy los clubes de montaña parecen clubes de jubilados. La salida en autobús en fin de semana se hace con gente de más de 50 años.
¿Con los años se recupera la afición por el monte?
-Uno de los participantes en el informe dice que si de crío has andado en el monte, al final vuelves. Cuando acaban la universidad, vuelven. En el deporte federado también hay una edad a la que lo dejas. Con el modelo que hay en Gipuzkoa, en el que se practican todo tipo de deportes, el niño luego está capacitado para practicar cualquier modalidad. Eso contribuye a que luego nuestro estilo de vida sea más activo que en otros lugares. Sales a la calle y ves a mucha gente haciendo deporte. Eso es como respuesta a la educación que has recibido. Si de niño te hacen especializarte en un deporte y luego no entras en el embudo, es más difícil que continúes practicándolo.
martes, 4 de octubre de 2016
Flores de Bach socialistas
un partido como el PSOE,
que tiene en la rosa uno de sus símbolos, debería recetarse las Flores
de Bach, las pócimas creadas por Edward Bach a principio del siglo XX.
Los mejunjes del homeópata inglés tal vez funcionen como antídoto tras
un fin de semana de agitación. Bach ideó 38 preparados naturales
elaborados con flores silvestres y de cultivo que se diluyen en brandy y
que sirven para tratar los trastornos emocionales. He aquí un brebaje
para algunos de los protagonistas del culebrón del número 70 de la calle
Ferraz (aplíquense de dos a cuatro gotas debajo de la lengua). Pedro
Sánchez necesita una dosis de chestnut bud (brote de castaño),
un remedio para quien “repite sus errores, porque no reflexiona sobre
ellos ni aprende de sus experiencias”. A Susana Díaz le va como anillo
al dedo el concentrado conocido como vine (vid): “Avidez por el poder. Dominador. Pequeño tirano”. Felipe González debería tomar chicory (achicoria):
“Sobreprotege a sus seres queridos y los domina mediante una
manipulación excesiva. Espera la devoción de los que sobreprotege y
cuando no la obtiene se siente víctima. Después los persigue,
criticando”. Y la última pócima, beech (haya), para personajes
como Rodríguez Ibarra: “Tiende a criticar despiadadamente. No soporta
las ideas y costumbres diferentes a las suyas. Es arrogante”.viernes, 30 de septiembre de 2016
Isla
¿Está harto de los chistes malos de su cuñado? ¿No soporta a su jefe?
¿No quiere ver a su suegra ni en pintura? ¿Críos para qué os quiero?
¿Necesita paz y tranquilidad durante una buena temporada? ¿O quizás para
el resto de su vida? ¿Ha pensado en huir y dejarlo todo para disfrutar
de nuevas experiencias? ¿Tiene pasta o algún buen contacto en una
oficina bancaria que le preste una suma considerable de dinero? ¿Desea
hacer borrón y cuenta nueva? La solución está en el suplemento salmón
del azote de Sánchez (o sea, El País), en la sección de Inmobiliaria y
Diseño. Más en concreto, en una oferta que se publicó el pasado domingo:
se vende una isla deshabitada de Escocia por el módico precio de
290.000 euros. Una ganga, oiga. La oferta tiene algún inconveniente como
la falta de suministro de electricidad y agua, pero nada que un
Robinson como usted no pueda apañar con dos piedras y un palo. Son un
total de 26 hectáreas (unos 26 campos de fútbol, metro arriba, metro
abajo), unas dimensiones de sobra para vivir lejos del mundanal ruido. Y
ya que desea estar solo, sepa que no tendrá vecinos (solo quince de las
más de 100 islas del archipiélago están habitadas), pero abríguese
porque en este apartado retiro hace un frío que pela. Solo nos resta por
conocer qué tres cosas se llevaría.
viernes, 23 de septiembre de 2016
1,5 metros
Una veintena larga de
salidas en bici durante este verano es una experiencia suficiente para
comprobar que, en la jungla del asfalto, ciclistas, cicloturistas y
globeros son un estorbo para un buen número de conductores. Si circulas
por una carretera con un tráfico denso, sientes el peligro en el cogote.
La norma que obliga a coches y camiones a dejar 1,5 metros de distancia
al adelantar a un ciclista no es que se incumpla, es que un número
considerable de conductores ni siquiera se molesta en poner el
intermitente. A juzgar por quienes usan el claxon con profusión, hay
también quien desconoce que la circulación de ciclistas en paralelo o en
grupo no es que sea legal (avalada por la Ley de Tráfico), es que es
una medida de seguridad para el aficionado a la bici porque obliga al
conductor a realizar la maniobra de adelantamiento comme il faut.
Cierto es que también hay ciclistas que se saltan las reglas a la
torera. Pero, por regla general, la bici es siempre la parte débil.
Hombre no muerde a perro. No es habitual que un ciclista provoque un
accidente de coche pero, a la inversa y desgraciadamente, todos los
meses hay siniestros provocados por conductores con ciclistas como
víctimas. Un poco de respeto y prudencia sería suficiente para que
conductores y ciclistas convivamos en el mismo medio, si no en armonía,
sí al menos sin poner vidas en riesgo.
viernes, 16 de septiembre de 2016
Juego de ‘spots’
cuando éramos chavales, en
casa solo podíamos sintonizar cinco canales de televisión: tres
franceses y dos españoles. De estos últimos, uno era TVE (hoy La 1) y el otro el UHF (hoy La 2),
que iba y venía, y que tardó lo suyo en captarse en localidades
pequeñas y rodeadas de montes. Con cinco cadenas disponibles, el zapping
no existía, así que nos tragábamos tan felices todos los anuncios que
se sucedían en la pantalla. Uno de nuestros pasatiempos favoritos era
acertar el producto que se anunciaba. Sentados en el sofá, y sin
despejar la vista de la tele, teníamos que adivinar en un plis plas qué
artículo promocionaba el spot de turno antes de que se
mostrara. Puestos a entretenernos, e inmersos en la campaña electoral
del 25-S, se puede aplicar el mismo juego con los vídeos y los cortes
publicitarios que difunden estos días los partidos políticos. Si
escuchas los primeros diez segundos del anuncio del PP que emiten
diferentes radios, podrías pensar que el mensaje vale para cualquier
partido... hasta que se escucha un “vota Alfonso Alonso”. Lo mismo
sucede con uno de los vídeos de Idoia Mendia e incluso con el de EH
Bildu. El del PNV da el pego porque la voz en off es de Urkullu
(así que no hay juego posible) y Podemos, si tiene vídeo, no lo hemos
encontrado en el bazar de Internet, aunque sí un sucedáneo muy creativo.
viernes, 9 de septiembre de 2016
Intimidades políticas
Hace ya tiempo, Josu Jon
Imaz, entonces jefe del PNV, aseguró en una entrevista que su pasión
oculta era planchar: “Me plancho siempre los pantalones los domingos por
la noche viendo la CNN, practicando mi inglés”. No es habitual
que los políticos confiesen sus intimidades. Urkullu, Otegi, Mendia y
Zabala lo hicieron el lunes en ETB-2 en la primera parte de La otra cara de l@s polític@s
(el PP, anclado en el pasado, se descolgó del reportaje por la
presencia de Otegi). El caso es que descubrimos a un Urkullu que también
se relaja con las tareas del hogar, en este caso fregando platos, y que
podría trabajar de panadero si perdiera la Lehendakaritza. Un Urkullu
que necesitó una Celestina para su primera cita con su mujer. Supimos
que a Otegi también le gusta fregar, que es de lágrima fácil, que se
casó por poderes y que en su primera cita le pidió una foto a quien hoy
es su mujer. Mendia, experta en hacer croquetas, relató cómo conoció a
su marido en una Casa del Pueblo, confesó que sufre escoliosis y que
tuvo un segundo embarazo complicado que le llevó a la UCI. Y Zabala, la
única que enseñó su casa (“Vaya pedazo de casa”, en palabras de Julian
Iantzi), confesó que fue muy buena estudiante, que cuida con mimo su
huerta y que se le da bien correr. Para ganar un voto, a veces un
retrato cercano vale más que mil discursos.
viernes, 2 de septiembre de 2016
Tres veces tres
nos dijeron que meter el
sobrecito en la urna es lo que pomposamente se llama la fiesta de la
democracia y, como nos encantan los saraos, ya vamos para la tercera
fiesta en un año. Que no pare la marcha. Tres veces tres a la llamada de
las urnas. Tres tediosas campañas electorales con sus tres tediosas
precampañas. Tres veces tres repitiendo las entrevistas a los mismos
candidatos con sus mismas promesas, y tres veces tres haciendo la foto
conjunta de inicio de campaña para la portada del periódico en ya no
sabemos dónde porque se nos acaban las ideas. Tres veces tres paseando
durante la campaña electoral en el barquito que une San Pedro y
Donibane, que no sea por no prometer que lo de la regeneración de la
bahía esta vez como que sí. Tres veces tres llegando al buzón esos
sobres que ni quiera abres porque no esperas nada. Tres veces tres
hablando de progreso, democracia, consenso, bienestar, justicia social,
empleo para todos y toda esa palabrería que se suelta en esos mítines a
los que ya no acuden ni los del partido. Tres veces tres debatiendo en
la tele bajo formatos enconsertados. Tres veces tres hablando de
Venezuela y pasando de mentar la corrupción ni otras zarandajas. Tres
veces tres y así hasta las navidades de 2019, un suponer.
jueves, 1 de septiembre de 2016
Subvencionar la cultura
El Gobierno italiano ha
montado un buen pitote con una medida que no ha dejado indiferente a
nadie: a partir del próximo 15 de septiembre regalará 500 euros a todos
los jóvenes nacidos en 1998 (o sea, que cumplan 18 añitos) para que los
gasten en productos y actividades culturales antes de diciembre de 2017.
La iniciativa supondrá un desembolso de 290 millones de euros
repartidos entre más de 574.000 chavales. Por situar los números, el
cheque-regalo de 500 euros es el doble de lo que consume de media un
ciudadano español en productos relacionados con la cultura. Recuerda,
cómo no, a la medida que adoptó el Gobierno de Vasco de Patxi López,
posteriormente importada por las diputaciones de Bizkaia y Gipuzkoa. Más
allá de que sea pertinente o no subvencionar la compra de artículos
culturales, destaca la importancia que el Gobierno de Renzi concede al
sector. Justo al contrario que el PP, que en el pacto con su marca
blanca, Ciudadanos, excluye al cine de la bajada del IVA cultural que se
propone en ese acuerdo de papel mojado. El texto incluye un descenso
del IVA (sin concretar el porcentaje) para los “espectáculos en
directo”, lo que habla mucho de la inquina del Gobierno de Rajoy a una
industria que, conviene recordarlo, en 2012 sufrió una subida del IVA
del 8% al 21%.
viernes, 26 de agosto de 2016
Historias de superación
De entre las historias de superación que ha aportado Río-2016, rescato tres a modo de podio personal e intransferible. 1) La judoka Maljinda Kelmendi. Campeona del mundo y de Europa, hizo historia al lograr la primera medalla de oro olímpica de Kosovo. Kelmendi rechazó el cheque en blanco que le ofrecían otros países porque su sueño era competir representando a Kosovo, una nación que, por cierto, ocho años después de declarar su independencia sigue sin ser reconocida por España. 2) El maratoniano Federico Bruno. Argentino de 23 años, sufrió un calvario de calambres desde el kilómetro 35 pero terminó… corriendo de manera lateral. Fue el 137º de los 140º clasificados, con una marca (2:40) inalcanzable para la inmensa mayoría de corredores populares. Las imágenes de Bruno en la larguísima recta del Sambódromo hablan por sí solas. “Arrastrado pero llegué. Ya puedo decir que soy un atleta olímpico porque terminé la prueba”. 3) La nadadora Gaurika Singh. Nepalí de 13 años, fue la atleta más joven. Sobrevivió al terremoto que devastó su país y logró la marca mínima para nadar los 100 metros espalda. No superó la primera eliminatoria pero la experiencia no se la quita nadie. PD: No se pierdan el vídeo que Channel 4 ha preparado para apoyar al equipo paralímpico británico. Simplemente, maravilloso.
jueves, 18 de agosto de 2016
El canal que nunca llegó
Desde los JJOO de
Barcelona’92, con excepción de Atenas’2004, el piragüismo en aguas
bravas de Gipuzkoa siempre ha tenido al menos un representante en la
competición que más luce en el palmarés y que más trascendencia suscita
entre los no iniciados en uno de esos mal llamados deportes
minoritarios. Si no hubo representantes antes fue porque la modalidad se
recuperó como disciplina olímpica en 1992 tras una única incursión en
Múnich’72. El histórico oro de Maialen Chourraut no es flor de un día
sino que responde a una larga y ardua labor de clubes como el Atlético
San Sebastián o Santiagotarrak. Hay cantera, pero esos buenos mimbres no
trabajan precisamente en las condiciones ideales, como apuntó de
refilón la campeona olímpica el martes. Si alardeamos de nuestra cultura
deportiva, de que fomentamos el multideporte y de que cuidamos con mimo
disciplinas que pasan desapercibidas en otros lares, deberíamos
plantearnos si no es hora de disponer de un canal de aguas bravas para
que las promesas se formen como es debido. Pau (dos horas en coche) y La
Seo d’Urgel (a 400 kilómetros de Donostia) son hoy las únicas
alternativas, al margen del canal (por llamarlo de alguna forma) que
existe en el Bidasoa, en el paraje de San Miguel. Hoy más que nunca se
echa de menos aquel proyecto de Oxinbiril, en Irun, el canal que nunca
llegó.
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